Siempre que se escucha música se libera una sustancia química en el cerebro, la dopamina, responsable de proporcionar una sensación bienestar
Una reciente investigación renueva la idea de que la música puede se una herramienta muy útil para una gran variedad de tratamientos. Escuchar la que a uno más le gusta produce bienestar, porque el organismo libera más cantidades de un neurotransmisor relacionado con los sistemas de recompensa, la dopamina. De hecho, otros trabajos ya la habían relacionado con una mejor salud cardiovascular, el alivio del dolor crónico y la mejora de las habilidades lingüísticas y cognitivas. La esfera musical, por tanto, sólo aporta beneficios.
La dopamina actúa a través de muchas funciones: influye en el comportamiento y la cognición, la actividad motora, la motivación y la recompensa, la regulación de la producción de leche, el sueño, la atención y el aprendizaje (sus niveles aumentan en respuesta a estímulos o actividades de recompensa como la comida, las relaciones sexuales u obtener dinero). Y, ahora, tras los resultados de la investigación canadiense, también está relacionada con el humor y el bienestar.
Ventajas para la salud
Este trabajo da garantías a otros hallazgos pasados, entre los que está uno realizado en la Universidad de Maryland (EE.UU.) que afirma que escuchar la música que más alegra favorece una buena salud cardiovascular: cuando los voluntarios de este estudio escuchaban la que les complacía, sus venas y arterias se dilataban un 26%, lo que en términos médicos se considera una respuesta muy saludable. Si bien los expertos insisten que no puede considerarse como tratamiento para enfermedades de este tipo, sí que indican que puede constituir otra estrategia preventiva fácilmente incorporable en las costumbres cotidianas.
Los mismos investigadores explicaban en otro estudio parecido que escuchar 30 minutos diarios no solo sirve como relajante mental, sino que tiene otros beneficios que se extienden al resto del organismo. La clave no está tanto en el tipo de música, sino en el volumen, el ritmo y en el hecho de que sea la preferida del oyente. Aunque los efectos en la corriente sanguínea duran unos segundos, la acumulación de beneficios perdura y son muy positivos en todas las edades.
Como terapia
Pero la música no sólo interviene en el bienestar del organismo. También desarrolla la capacidad de atención y favorece la imaginación y la capacidad creadora, estimula la habilidad de concentración y la memoria a corto y largo plazo, y desarrolla el sentido del orden y el análisis, facilita el aprendizaje y ejercita la inteligencia.
Las mismas áreas del cerebro implicadas en la percepción musical intervienen también en el lenguaje y en tareas de lectura. De la misma manera, la instrucción musical, según los científicos, induce una mayor sensibilidad a las emociones.
La música como terapia se utiliza en el tratamiento de dolencias como la hipertensión arterial, estados de ansiedad, depresión y estrés, y alteraciones del sueño. También se emplea en la rehabilitación de trastornos psicóticos, autismo y de adolescentes con trastornos del comportamiento. Como su escucha interviene en la producción o inhibición de neurotransmisores en el organismo, a través de ella, se intenta provocar reacciones químicas que mejoren, aceleren o favorezcan el aprendizaje.
Desde el nacimiento
Educar en la música desde la niñez es importante para que los más pequeños puedan sacar provecho de todos sus beneficios fisiológicos y psicológicos. No solo desarrollarán su sensibilidad estética, sino también su emotividad. Lo cierto es que hay una relación directa entre lo que uno escucha y cómo piensa o actúa. También es importante cómo se escucha la música, es decir, un volumen más o menos alto, el ritmo o la velocidad, las intensidades, la cantidad de tiempo, el contenido de las letras de las canciones o el tipo de baile asociado a cada canción.
Todos estos elementos constituyen diversas formas y hábitos sociales que influirán en la manera de ser del niño e, incluso, en su manera de vestir. No obstante, es recomendable hacer un buen uso de todos los elementos. Respecto al volumen, por ejemplo, cuando es demasiado alto puede provocar falta de concentración, alteración el sistema nervioso y alteración de la salud del oído.
Según un método oficial estadounidense, el método Tomatis, la educación musical y del oído puede iniciarse en el útero materno. Alfred Tomatis era un otorrinolaringólogo francés que reveló a mediados del siglo pasado que el embrión codifica las vibraciones. Este descubrimiento fue el inicio la audiopsicofonología. Según esta teoría, es aconsejable que las embarazadas canten (aunque desafinen), porque la voz, vía columna vertebral y filtración por parte del líquido amniótico, llega al embrión. Éste escucha y percibe el sonido a través de un "preoído" que se desarrolla a partir de las tres semanas de gestación.
La música, por tanto, puede activar la escucha ya en el embrión, fundamental para todas las etapas de la vida, según Tomatis. Tan importante es la escucha que si no funciona el sentido del oído se pueden producir graves problemas de aprendizaje y del habla. En resumen, bienestar y salud desde, incluso, antes del nacimiento.
Fuente: NÚRIA LLAVINA RUBIO
http://www.consumer.es/web/es/salud/psicologia/2011/01/24/198449.php
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